Salvación en lo inesperado

Gráfico de vidrio vitral

En Pascua, recordamos que el cuerpo quebrantado de Jesús puso fin a nuestro quebrantamiento.

Pero antes de honrar la resurrección, es importante recordar los eventos que condujeron al sacrificio supremo de Jesús.

Uno de los eventos más importantes en las horas previas a la muerte de Jesús fue la Última Cena.

El momento de la Última Cena fue especial porque ocurrió durante la Pascua.

Pareciera ser un detalle menor, pero Jesús lo usó para conectar Su muerte, y resurrección, con el éxodo de los israelitas de Egipto.

Por qué es importante la Pascua

La Pascua era un evento crucial que el pueblo judío había celebrado durante cientos de años antes de la Última Cena.

Después de décadas de opresión en Egipto, Dios iba a liberar a Su pueblo de la esclavitud y los llevaría a la tierra que les había prometido.

Pero antes, tuvo que levantar un líder para ayudar a mobilizar a los israelitas: Moisés.

Moisés, impulsado por Dios, pidió al faraón su liberación, pero cada vez, la respuesta fue no.

En respuesta, Dios envió una serie de plagas para atormentar a los egipcios.

Pero el corazón del faraón permanecía endurecido.

Finalmente, un escape.

Como último recurso, Dios envió una plaga final: un ángel de la muerte para matar a los primogénitos de cada familia en Egipto.

Debido a la cruel y opresiva maldad del faraón y a su falta de voluntad para arrepentirse de sus pecados, Dios hizo justicia.

Pero Dios proveyó algo que el faraón nuca hizo: una salida.

Antes de la plaga final, los israelitas fueron instruídos a pintar sus puertas con la sangre de un cordero sacrificial. De esa forma, cuando el ángel de la muerte viniera, sus hogares serían pasados y sus primogénitos estarían a salvo.

Puede parecer un símbolo extraño, pero a través de la muerte del cordero, Dios lleva al mal ante la justicia.

Después de la plaga final y la muerte de su hijo primogénito, el faraón finalmente libera a los israelitas.

Cuando se establecieron en la tierra prometida, conmemoraban la Pascua casa año con una fiesta que consistía en pan, vino y un cordero sacrificado.

El cordero inocente

Mil años después, Jesús y Sus discípulos se reunieron alrededor de una mesa para celebrar la cena de la misma forma.

Jesús tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”.

De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama”.

MATEO 26:26-28

Con estas palabras, Jesús vinculó la Pascua al plan de Dios para redimir al mundo.

El elemento final de la cena de Pascua es el cordero. Pero por lo que sabemos, no había un cordero en la mesa de la Última Cena.

Eso no fue un accidente. Fue una declaración simbólica.

A través del cordero, Dios rescató a los israelitas de la esclavitud del faraón.

A través de Jesús, Dios rescata al mundo de la esclavitud del pecado y la muerte.

Un llamado a la acción

Menos de 24 horas después de la Última Cena, Jesús respiró por última vez en la cruz.

Su sacrificio consistió en asumir todos los pecados de la humanidad. Se dejó abandonar por Su Padre para que nunca tuviéramos que separarnos de Dios.

Jesús no solo quiere que entendamos lo que hizo por nosotos, sino que quiere que participemos teniendo una relación con Él.

De este modo, formamos parte de la mayor historia jamás contada.

Al acercarnos al Viernes Santo, recordemos que somos parte del plan de Dios, con miles de años en preparación, para redimirnos a todos.

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