No estás solo.
Pedro bajó del bote y caminó sobre el agua hacia Jesús. Pero luego la tormenta se hizo más fuerte y, abrumado por esta situación que no podía controlar, Pedro comenzó a hundirse.
Inmediatamente, Jesús salva a Pedro. Pero luego le hace una pregunta:
“¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”
Cuando las tormentas llegan a la vida, es fácil actuar como Pedro. Nos obsesionamos tanto con los problemas que olvidamos que nuestro Salvador está a nuestro lado.
Incluso cuando la esperanza parece perdida, Jesús está cerca. Su constante presencia es la certeza de que en las tormentas de la vida, Dios tiene y siempre tendrá el control.
Por lo que sea que estés ahora pasando, ¡anímate!: Cristo es tu ancla, Él puede hacer lo imposible y no dejará que te ahogues. Aférrate a la esperanza fijando tus ojos en Él.
Hoy difunde la esperanza de Dios
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