Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído, sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla.
Santiago 1:25
¿Has tenido un mal día?
Te miraste en el espejo y luego trataste de sacar el máximo provecho de tu loco cabello antes de irte. ¿Qué pasaría si, en lugar de arreglar tu cabello, simplemente olvidas cómo te ves tan pronto te alejas del espejo? ¿Y si no pudieras recordar nada de tu cabello? ¿Si era corto o largo, rizado o liso? Eso sería bastante extraño, ¿verdad?
Y así es como Santiago describe que es escuchar la palabra de Dios y luego no obedecerla. Es como mirarte al espejo, verte un momento y luego alejarte… y olvidas por completo lo que acabaste de ver.
Igual puede suceder con la Palabra de Dios. Leemos (o escuchamos) la Biblia y el Espíritu Santo nos habla, nos convence o nos alienta. Pero si no hacemos nada con lo que Dios nos acaba de revelar a través de la Palabra, eso se nos escapará. ¿Cuántas veces hemos pasado a la siguiente actividad de nuestra agenda, sin primero reflexionar en lo que Dios quería mostrarnos?
Entonces, ¿cómo podemos comenzar a actuar conscientemente, y meditar en la Palabra de Dios?
Solo toma 10 minutos. Después de leer la Biblia, toma 5 minutos para pensar en lo que acabas de leer (o escuchar). Luego toma otros 5 minutos para orar: Agradece a Dios por su Palabra y pídele que te recuerde qué debes hacer a continuación. Si no estás seguro por dónde empezar, intenta orar así:
Padre celestial, gracias por hablarme a través de Tu Palabra. Por favor, dame sabiduría para saber qué acción quieres que tome, y el valor para realmente hacer lo que quieres. Amén.
Esta es la segunda entrega de una serie de tres partes sobre la oración. Lee la primera en aquí y la tercera en aquí.
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